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Tuesday, June 14, 2005

La muerte de un polemista

Hoy, que he estado lejos de diarios, radios o televisores, las noticias igual me alcanzan: ha muerto Juan José Saer. Lo primero que digo es "AILB va a estar triste", tal vez por ser ella la primera lectora de Saer que conocí y quien profesa por él un gran respeto intelectual, a la vez que le causa gracia la impresión que Saer provocaba personalmente.

No conozco en profundidad la obra de JJS. He leído algunos de sus ensayos y he saltado por sus novelas, pero nunca he logrado quedarme en él. Sin embargo, hay en JJS algo fundamental, que ejercía con violencia y pasión: su rol de polemista. No es nada casual que Saer diga esto mismo de Borges.

En diciembre de 1999, Saer visitó Montevideo en ocasión de la publicación de su libro "La narración-objeto" y allá fuimos SR y yo, a entrevistarlo. El recuerdo que guardo de esa entrevista es que fue una experiencia cercana al desastre. Saer estaba irritado e impaciente y yo tenía la impresión de que, o le estabamos haciendo las preguntas más idiotas del mundo o él desconocía cualquier actitud cercana a la amabilidad.
No había vuelto a leer esa entrevista hasta hoy y ahora me resulta imposible unir el recuerdo de aquella entrevista con lo que veo escrito en el papel. Lo único que coincide entre lo que recuerdo y lo que leo es la violencia. Tal vez, entonces, las preguntas no hayan sido las mas tontas del mundo, sino que Juan José Saer no creía que su papel en este mundo tuviera nada que ver con la amabilidad y sí mucho que ver con decir lo suyo clara y brutalmente. Y si las señoritas periodistas no están acostumbradas, allá ellas...

Esto es parte de lo que Saer dijo en poco más de media hora de entrevista:

"El problema es el siguiente: muchas veces la crítica periodística nivela mal, neutraliza mal las cosas. Se hace una peligrosa amalgama entre aquello que es mera producción comercial y la verdadera literatura. (...) No se puede juzgar en una misma página literaria, no se puede juzgar como lo mismo a la poesía de Paul Celan y a las novelas de Paulo Coelho. Esa distinción en la crítica existía antes, pero ahora se han borrado completamente los límites. Ahora, el criterio es el de la superioridad numérica de los ejemplares vendidos; son los criterios comerciales los que terminan predominando sobre los diseños de las páginas literarias. Así, un señor como Bertelsman se permitió decir cuando compró Sudamericana -una editorial con una tradición más que honorable- que ningún escritor argentino o rioplatense que vendiese menos de diez o veinte mil ejemplares sería editado por ellos. Una opinión como ésa se merece, primeramente, el desprecio absoluto de todas aquellas personas dedicadas a la cultura. Al mismo tiempo, revela una ignorancia total acerca de lo que fue la historia de la literatura en América Latina y en el Río de la Plata. Felisberto no existiría, Onetti no existiría, Borges no existiría. Ni Macedonio, ni Antonio Di Benedetto, y así podría seguir indefinidamente."

"Cuando hablo de los best-selleristas actuales, me refiero a la forma complaciente en que reutilizan géneros a partir de recursos remasticados, resobados. Me molesta que armen sus textos con fines claramente comerciales y al mismo tiempo se posicionen como artistas. Para sólo poner un ejemplo: el caso de ese individuo español sin el menor talento, el señor Pérez-Reverte. Pretende escribir novelas de aventuras ahora con los mecanismos más baratos de la novela de aventuras del siglo XIX, que ya en aquella época habían sido excedidos con otros mecanismos propios del género mucho más afinados. ¿Para quién escribe, entonces?"

"Los géneros también se gastan y me parece muy bien, pero si uno quiere escribir literatura de género, tiene que ser doblemente creativo, tiene que bucear en el género hasta las últimas consecuencias. Por ejemplo, Stephen King, que escribe esa seudoliteratura de terror; no solamente no inventa nada, sino que además usa procedimientos que ningún autor del género -y Dios sabe si habrá grandes maestros en la literatura de terror, como Poe, como Lovecraft- jamás se hubiese rebajado a utilizar. Procedimientos totalmente chabacanos, complacientes. Los grandes autores de género trabajan todo el tiempo en los márgenes, y finalmente amplían sus fronteras, introducen elementos nuevos... Piensen por ejemplo en las novelas policiales de ahora, las novelas americanas, James Ellroy, por ejemplo. No bajan de las 600 páginas. ¿Por qué tienen tantas páginas? Ni él sabe. (...) La cabra vieja, como yo llamo afectuosamente a Agatha Christie, era tan comerciante como ellos, pero resolvía la cosa en 180 páginas. El 90% de las veces eran un desastre, pero hay seis o siete novelas que le salieron muy bien."

"Hoy justamente he pasado un mal momento en una radio, porque no solamente me preguntaron sobre Onetti y Felisberto, autores uruguayos por los que siento una profunda admiración. Tuve que hablar sobre otros escritores uruguayos que no voy a nombrar ahora y me vi obligado a decir lo que pienso. De la manera más delicada posible, pero lo que pienso. De manera que, bueno, seguiré destruyendo mi reputación, ya queda bien poco por destruir..."

"Por lo que yo he visto en unas pocas páginas de Andahazi (no sé, no quiero arruinarle la carrera a nadie, pero estamos muy por debajo de lo que tiene que ser la literatura) un poco de crítica o de lectura crítica no le vendría mal a este muchacho"

"El último escritor inglés fue Malcom Lowry, después no hubo más escritores en Inglaterra. Y el último escritor español fue Calderón de la Barca, quizás Antonio Machado."

Saer decía que no bastaba declarar una influencia, que había que merecerla. También decía estar harto de Borges, mientras escribía ensayos críticos sobre su obra que señalaban que Borges era más polemista que crítico. Esa es justamente la tesis de 'Borges como problema': "Buena parte de sus ensayos, reseñas, artículos o conferencias, son verdaderas descargas de artillería, y a veces incluso meras variantes del acto surrealista por excelencia, consistente, como es sabido, en salir a la calle con un revólver y disparar contra la multitud."

Muchos críticos han visto en Saer como el renovador de las letras argentinas después de Borges. Si, como decía Saer, los géneros se degradan, tal vez también se degrade la calidad de los literatos rioplatenses. Personalmente, sigo sin poder quedarme en o con Saer y tal vez lo que más extrañe de su ausencia sea la muerte del mejor polemista argentino después de Borges. Y mucho más si me pongo a pensar que el mejor polemista argentino después de Saer es Aira.

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