Wednesday, April 06, 2005
Bonjour Pereza
Ayer hablaba con una amiga por teléfono. Y uno de los comentarios que le hacía, digamos que como una novedad digna de contarse, era que había vuelto a escribir en un cuadernito.
Luego de escribir dos o tres días, me di cuenta que mucho de lo que ahí escribo es lo que antes terminaba en este blog. Después reparé en que la razón para pasar del blog al cuadernito es la misma que me llevó a pasar de la prensa al blog.
Pereza.
Varios autores han elogiado este noble estado del alma. Entre otros, Cioran, Pynchon, Paul Lafargue (yerno de Karl Marx y autor de un libelo llamado "El derecho a la pereza") y, supuestamente, Jesucristo: Mirad los lirios del campo, no trabajan ni hilan. (*)
Sin embargo, siempre me extraña que quienes comienzan hablando de la pereza, terminen hablando del ocio, dos conceptos completamente diferentes. Ser perezoso no implica tender a estar ocioso. Y esto es claro cuando digo que como me da pereza escribir en el blog, escribo en mi cuaderno. La pereza pasa por la responsabilidad ulterior, que por mínima que sea en un blog, existe. Pereza de que lean lo que escribo, pereza de aburrirme de que el post permanezca colgado eternamente, pereza de que a alguien le parezca bien, o mal o indiferente, pereza de no recibir comentarios o de responder los que reciba. Ahí está el cuadernito, que me exime de todo, que me permite ser laboriosamente perezosa.
La pereza es hacer exactamente lo que a uno le da la gana, hasta trabajar, pero a su momento. Supongo que implica no hacer lo que uno tiene que hacer, sino hacer lo que uno quiere hacer, pero nunca no hacer nada en absoluto. Es por eso que considero erróneo que la pereza sea un pecado capital. Si se quería condenar la falta de disposición al trabajo, debió condenarse el ocio.
El perezoso no escapa, sino que difiere las responsabilidades impuestas, aún de las auto-impuestas, es amo y señor de su tiempo y un hábil administrador de su libertad. No así el ocioso, esclavizado por una tendencia al no hacer. El perezoso se mueve, lento pero se mueve, aunque en direcciones imprevisibles.
Entonces vuelvo a leer mi cuadernito y lo que encuentro ahí son anotaciones sobre el trabajo, la pereza, e incluso la transpiración:
"Hasta ahora, todo ha sido trabajo. Tuvo sentido mientras duró, exactamente igual a una pasión amorosa irracional. Sin embargo, ahora, toda aquella agitación aparece como una época de locura momentánea. Un grupo que sufre un episodio de insanía colectiva, que solamente ellos comprenden y que, una vez pasada, se revela en todo su ridículo. Uno termina sospechando que toda pasión irracional nos jalona como ninguna paz espiritual podrá lograrlo nunca Un motivo es infinitamente superior a un sentido para mover a un ser humano. Qué estupidez he escrito: MOTIVO, ditto." (**)
"Oh, la enfermedad, sublime excusa del siglo XX and beyond. Excelente poder decir: 'No es pereza, es depresión'. Sin embargo, la enfermedad no ha sido debidamente explotada por todos los pecadores. Los homosexuales se han perdido una gran oportunidad de explotar en conjunto la enfermedad que Monseñor Cotugno ha decretado y dar así rienda suelta a la pereza llamando a sus trabajos y diciendo "Todavía no puedo reintegrarme al trabajo. Sigo homosexual"
"Leo en 'La montaña del alma' de Gao Xinguian el siguiente anuncio publicitario en un pueblo perdido de la China. Es un anuncio de desodorante:
La bromidrosis (también llamada Olor de los Inmortales) es una desagradable enfermedad que produce un olor nauseabundo. Debido a ella, son numerosos quienes han tenido que aplazar su boda o que han tenido dificultades a la hora de hacer amigos. A menudo, chicos y chicas, ante la dificultad de encontrar trabajo o ingresar en el ejército, han sufrido terriblemente por su culpa, sin llegar a superar sus problemas. Ahora, gracias a un nuevo procedimiento sintético, es posible erradicar totalmente el mal olor. Su eficacia es del 97,5%. Para alcanzar el placer en la vida y su felicidad futura, venga a tratarse con nuestro producto...
Es notable el uso de la función poética del lenguaje en los orientales. Olor de los Inmortales. Sólo es posible en un país épico como China. Olor a guerrero. Ahora, el anuncio es de un maldito desodorante. Use desodorante para quitarse la bromidrosis. Use nuestro procedimiento sintético 97,5% efectivo para quitarse ese Olor a Inmortal que apesta. ¿Sáquese el Olor a Inmortal e ingrese en el ejército? Los estragos de Occidente nunca podrán ser mensurados...."
OK, ya actualicé el blog. Si por pereza no lo actualizaba y escribía en el cuadernillo, por pereza lo actualizo recurriendo a él. Pensaba a hacer un post sobre la muerte de Saul Bellow, pero para qué, si existe el Guardian....
(*) La frase de Jesucristo, al igual que el libelo de Lafargue se refieren al ocio, no a la pereza.
(**) Sentido y motivo se confunden frecuentemente, estando el último al servicio del primero. El motivo inyecta la noción de trabajo al sentido. La motivación permanente, es decir, un disfraz para cada ocasión, sirve para que el mismo sentido siga motivando a lo largo del tiempo. Un motivo claro y específico cada vez para la realización permanente del sentido inmutable.
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Ayer hablaba con una amiga por teléfono. Y uno de los comentarios que le hacía, digamos que como una novedad digna de contarse, era que había vuelto a escribir en un cuadernito.
Luego de escribir dos o tres días, me di cuenta que mucho de lo que ahí escribo es lo que antes terminaba en este blog. Después reparé en que la razón para pasar del blog al cuadernito es la misma que me llevó a pasar de la prensa al blog.
Pereza.
Varios autores han elogiado este noble estado del alma. Entre otros, Cioran, Pynchon, Paul Lafargue (yerno de Karl Marx y autor de un libelo llamado "El derecho a la pereza") y, supuestamente, Jesucristo: Mirad los lirios del campo, no trabajan ni hilan. (*)
Sin embargo, siempre me extraña que quienes comienzan hablando de la pereza, terminen hablando del ocio, dos conceptos completamente diferentes. Ser perezoso no implica tender a estar ocioso. Y esto es claro cuando digo que como me da pereza escribir en el blog, escribo en mi cuaderno. La pereza pasa por la responsabilidad ulterior, que por mínima que sea en un blog, existe. Pereza de que lean lo que escribo, pereza de aburrirme de que el post permanezca colgado eternamente, pereza de que a alguien le parezca bien, o mal o indiferente, pereza de no recibir comentarios o de responder los que reciba. Ahí está el cuadernito, que me exime de todo, que me permite ser laboriosamente perezosa.
La pereza es hacer exactamente lo que a uno le da la gana, hasta trabajar, pero a su momento. Supongo que implica no hacer lo que uno tiene que hacer, sino hacer lo que uno quiere hacer, pero nunca no hacer nada en absoluto. Es por eso que considero erróneo que la pereza sea un pecado capital. Si se quería condenar la falta de disposición al trabajo, debió condenarse el ocio.
El perezoso no escapa, sino que difiere las responsabilidades impuestas, aún de las auto-impuestas, es amo y señor de su tiempo y un hábil administrador de su libertad. No así el ocioso, esclavizado por una tendencia al no hacer. El perezoso se mueve, lento pero se mueve, aunque en direcciones imprevisibles.
Entonces vuelvo a leer mi cuadernito y lo que encuentro ahí son anotaciones sobre el trabajo, la pereza, e incluso la transpiración:
"Hasta ahora, todo ha sido trabajo. Tuvo sentido mientras duró, exactamente igual a una pasión amorosa irracional. Sin embargo, ahora, toda aquella agitación aparece como una época de locura momentánea. Un grupo que sufre un episodio de insanía colectiva, que solamente ellos comprenden y que, una vez pasada, se revela en todo su ridículo. Uno termina sospechando que toda pasión irracional nos jalona como ninguna paz espiritual podrá lograrlo nunca Un motivo es infinitamente superior a un sentido para mover a un ser humano. Qué estupidez he escrito: MOTIVO, ditto." (**)
"Oh, la enfermedad, sublime excusa del siglo XX and beyond. Excelente poder decir: 'No es pereza, es depresión'. Sin embargo, la enfermedad no ha sido debidamente explotada por todos los pecadores. Los homosexuales se han perdido una gran oportunidad de explotar en conjunto la enfermedad que Monseñor Cotugno ha decretado y dar así rienda suelta a la pereza llamando a sus trabajos y diciendo "Todavía no puedo reintegrarme al trabajo. Sigo homosexual"
"Leo en 'La montaña del alma' de Gao Xinguian el siguiente anuncio publicitario en un pueblo perdido de la China. Es un anuncio de desodorante:
La bromidrosis (también llamada Olor de los Inmortales) es una desagradable enfermedad que produce un olor nauseabundo. Debido a ella, son numerosos quienes han tenido que aplazar su boda o que han tenido dificultades a la hora de hacer amigos. A menudo, chicos y chicas, ante la dificultad de encontrar trabajo o ingresar en el ejército, han sufrido terriblemente por su culpa, sin llegar a superar sus problemas. Ahora, gracias a un nuevo procedimiento sintético, es posible erradicar totalmente el mal olor. Su eficacia es del 97,5%. Para alcanzar el placer en la vida y su felicidad futura, venga a tratarse con nuestro producto...
Es notable el uso de la función poética del lenguaje en los orientales. Olor de los Inmortales. Sólo es posible en un país épico como China. Olor a guerrero. Ahora, el anuncio es de un maldito desodorante. Use desodorante para quitarse la bromidrosis. Use nuestro procedimiento sintético 97,5% efectivo para quitarse ese Olor a Inmortal que apesta. ¿Sáquese el Olor a Inmortal e ingrese en el ejército? Los estragos de Occidente nunca podrán ser mensurados...."
OK, ya actualicé el blog. Si por pereza no lo actualizaba y escribía en el cuadernillo, por pereza lo actualizo recurriendo a él. Pensaba a hacer un post sobre la muerte de Saul Bellow, pero para qué, si existe el Guardian....
(*) La frase de Jesucristo, al igual que el libelo de Lafargue se refieren al ocio, no a la pereza.
(**) Sentido y motivo se confunden frecuentemente, estando el último al servicio del primero. El motivo inyecta la noción de trabajo al sentido. La motivación permanente, es decir, un disfraz para cada ocasión, sirve para que el mismo sentido siga motivando a lo largo del tiempo. Un motivo claro y específico cada vez para la realización permanente del sentido inmutable.
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