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Wednesday, August 25, 2004

Una entrevista con Pier, librero.

Producto de un comentarios que puse en mi anterior post, volví a leer esta entrevista, que publiqué como parte de una nota sobre la Feria de Tristán Narvaja en "Insomnia", hace como cuatro años. La posteo acá por dos razones: porque la volví a leer y me gustó y porque no he escrito nada que merezca la pena postear. Cuando la publiqué originalmente, Pier se enojó conmigo, porque se trataba de una entrevista mucho más larga o porque no le gustó lo que dijo. Cuatro años después ha vuelto a hablarme, así que no voy a perder la oportunidad de arruinarlo de nuevo.
Por otra parte, no hay esperanzas de que pare de hablar de la Feria, así que tendrán que vivir con ello.



¿Desde cuando trabaja en la Feria?
Yo tengo dos periodos en la Feria, uno cuando recién nos colocaron a todos los libreros acá, en la calle Paysandú. Eso fue en los años ’50. Antes había algunos acá pero la mayoría estaban desparramados por todos lados. Pero previamente hubo una epidemia de polio, entonces cometieron la incongruencia de prohibir la venta de libros usados en la calle. Se podían vender en los establecimientos, se ve que los microbios no entraban en los locales. Después que pasó ese alboroto, que duró unos meses, nos agruparon. Chorizos y verdura ahí, acá libros, allá en Cerro Largo repuestos de automóviles. Empezaron a agruparnos por sectores para que la gente no tuviera que caminarse toda la feria para encontrar algo. En esa época empecé acá con Ruben, quien ha fallecido hace poco. Teníamos un puesto de 40 metros de largo.

¿Qué se vendía en aquella época?
Los libros eran casi todos anteriores a la Segunda Guerra, todavía no habían empezado a llegar ediciones españolas. Habían algunas editoriales argentinas buenas, como Losada y algunas otras. Pero lo que se veía más era fundamentalmente Tor, que eran materiales muy poco cuidados y muy mal conceptuados por los profesores, pero que le permitió a mucha gente adquirir el hábito de la lectura. Después habían novelitas, cosas que ahora ni las abuelas leen.

¿Cómo ha ido cambiando la gente que la frecuenta?
De repente ahora vienen menos niños. Después del ’55 o ’60, que empezó la televisión en grande, se fueron perdiendo los jóvenes.

¿Ya no se canjean revistas para niños en la feria?
Alguno todavía tiene algo, pero no demasiado. Uno de los mecanismos para que los niños empezaran a leer eran las revistas porque tenían poco texto y cansaban menos. Cuando yo era niño las revistas tenían mucho escrito y pocas ilustraciones, revistas como "El Gorrión", "Tid Bits", "Purrete". Empecé a leer a los cinco años, antes de ir a la escuela porque quería leer una historieta que salía en el diario de la noche "El vago Patagonia". Estaba bien, pues se te daba por coleccionar, por buscar un número que te faltaba. En el año ’65 Pereyra Rodríguez que era el director del José Pedro Varela, que era cliente mío, me pidió que le hiciera una lista a ver cuantas revistas canjeaba por día. Ese día que saqué la cuenta para él, canjeé mil doscientas revistas y ochocientos policiales, de esos chiquitos, no los de ‘El Séptimo Círculo’ que eso ya era el lujo.

Hay muchos mitos respecto a las cosas valiosas que se pueden encontrar aquí...
El mito puede haber sido realidad hace años, pero a estas alturas yo no creo que pasen esas cosas, pues el que huele algo se asesora, aunque sea le pregunta a los colegas. A mi me pasó algo así cuando recién empezaba. En 18 de Julio teníamos un puesto con Ruben y en el puesto una mesa de liquidación y Fusco Sansone, que era el subdirector de la Biblioteca un día andaba buscando por ahí, encontró una primera edición de "Paja Brava". No era una cosa tan importante ni tan valiosa, pero era raro encontrarlo. Entonces se difundió la noticia y al otro día había como cuarenta revolviendo a ver si encontraban algo. Acá mismo en la Feria no recuerdo que haya aparecido nada importante, al menos no tirado como si fuera papel. Generalmente nos damos una mano unos a los otros y no pasan esas cosas. Puede pasar, como a mí cuando tenía el local, tener una primera edición de Alejandro Dumas del ’93, en francés, con el único retrato que vi de él sin barba, y tener que casi regalarlo pues acá nadie entendía el valor que podía tener esa primera edición.

Uno de los libreros más famosos de la feria fue Ruben, casi un pionero...
Bueno, no es como se dice por ahí, que Ruben empezó a vender en la feria a los diez años. Yo lo conocí cuando tenía dieciocho años, como yo. El tenía un puestito al lado del Stella D’Italia, un puesto chiquito.
Lo que tuvo Ruben de inteligente en aquel tiempo fue la idea de facilitar el canje. El canje normalmente antes era 2 por 1 y el inventó el cobrar un tanto por ciento por la lectura del libro. Te servía si no te querías quedar con el libro. Ese mecanismo lo ayudó mucho en aquel momento y ayudó también a la gente. Después empezó con un sistema que era el de vender los textos de estudio y tomarlos al año siguiente al mismo precio si se canjeaban por otros textos. Pero ¿cuál era el guille del asunto? Que las inflaciones uruguayas eran del 80 o el 100% entonces al otro año en realidad te estaba pagando la mitad. Yo creo que mucha gente no se daba cuenta del asunto.

¿Después que se salió de la dictadura empezaron a aparecer los libros que la gente había escondido de los militares?
Lo curioso del caso fue que en el ’85 cuando se fueron los militares, el primer domingo luego de que asumió Sanguinetti, se llenó de libros de izquierda. Ni la U.R.S.S. tenía tantos libros de izquierda como nosotros. Reaparecieron colecciones de "Marcha", libros de Marx, de Lenin y se vendió una locura. Yo tengo todavía una caja pero ya no se venden. Por allá arriba está Hugo, que tiene unos cuantos, que algún recalcitrante por ahí, compra. Claro, si tuviera "El Capital" sí lo vendo, porque se considera que es un texto de economía, que por lo menos hay que tenerlo, aunque no lo leas. No conozco uno que lo haya leído. El primer tomo alguno lo leyó un poquitito, pero después adiós. Todo ese material político se vendía por gusto nomás, la mayoría de la gente que lo compraba era por el entusiasmo que le daba comprar algo que antes estaba prohibido. Era como pornografía.




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