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Sunday, July 18, 2004

Pnin, then

No hay placer mayor que la relectura. Sobre todo si uno tiene esa característica desagradable de no prestar la atención suficiente en una primera lectura, presa de esa tiranía que es la compulsión por el desarrollo de la trama.
Ya no me acuerdo cuándo leí "Pnin" por primera vez, pero sí recuerdo que fue el primer libro de Nabokov que cayó en mis manos. Y ahora, releyéndolo me doy cuenta cuánto lo sobreleí. Sin embargo, es un buen libro para comenzar a leer a Nabokov y eso fue una suerte. Si hubiera empezado, digamos, por "Pálido Fuego", no hubiera tocado nunca más a quien se ha transformado en uno de mis autores favoritos de todos los tiempos.

Digresión primera: nunca he leído ningún artículo periodístico sobre cómo ciertos libros pueden alejar a un lector de un autor, si escogen como primer libro uno incorrecto. Ahora me doy cuenta que, muchas veces, recomiendo (y perdón que recomiende, pero es el karma de tener algunos libros, el mismo que, por ejemplo, padece el ingeniero agrónomo cuando es interrogado por la vecina sobre la mejor manera de preparar la tierra de las macetas, o el médico enfrentado a los síntomas diversos de la cajera del supermercado), decía, recomiendo un autor diciendo: "pero mejor empezá con tal libro y de ninguna manera con este otro". ¿Qué pasaría con un lector de Cortázar que empieza con "62/Modelo para armar"? ¿O Pynchon por "Mason & Dixon"? ¿O uno de Martin Amis que comience por leer los cuentos de "Agua Pesada" o que aborde a Ian McEwan por "Entre las sábanas"? Ya sé: no están de acuerdo y hay cientos de ustedes (OK, no hay cientos que lean este blog) que empezaron Cortázar por 62 y les pareció genial. Pero permítanme decirles que nadie puede entender completamente 62 si no ha leído "La condesa sangrienta". Yo empecé a leer 62 unas tres veces antes de decidirme a seguir leyendo a pesar de saber que no estaba entendiendo mucho. Luego, muy luego, leí la historia de Erszébet Báthory y, en mi mente, el modelo para armar se armó, pero me llevó años.

Pero hablaba de "Pnin". Nabokov escribió esta novela entre "Lolita" y "Pale Fire". Algunos dicen que la escribió para tener algún ingreso monetario mientras "Lolita" pasaba por las tortuosas pruebas rumbo a su publicación. De hecho, varios de sus capítulos aparecieron como "cuentos" en el New Yorker.
(Digresión segunda: si notan alguna incoherencia en este relato se debe a que, mientras lo escribo, Remo está dando un discurso que podría titularse "Cristianismo y Capital: contubernio para explotar a un ejército de himenópteros solidarios")
 
OK, Pnin. Yo lo he leído ambas veces en español y en cuanto pueda hacerme de la versión en inglés tal vez este post tenga una coda. Leerlo en español solamente permite entrever lo que el texto depara en cuanto a maestría en materia verbal, esa en la que Master Nabokov, es insuperable. Uno de los fragmentos de "Pnin" que primero capturaron mi atención fue el siguiente:

"Ciertas personas -y me encuentro entre ellas- detestan los finales felices. Nos sentimos defaudados. La regla es el daño. La tragedia no debe frustrarse. La avalancha que se detiene en su cauce a unos metros de la aldea acobardada, se comporta no sólo antinaturalmente sino también sin ética."

Luego (muy luego) di con una parte de la misma en inglés:

"Some people -and I am one of them- hate happy ends. We feel cheated. Harm is the norm. Doom should not jam."

Nabokov hace este tipo de cosas todo el tiempo. Es curioso, pero los lectores anglo se maravillan de la maestría en el uso del inglés de un autor para el que no es su lengua madre y yo creo que, justamente, eso solo es posible para alguien en que el inglés no está dado, sino que es producto de una atención y fascinación extrañada. Las palabras adquieren para un extranjero una materialidad absolutamente diferente que para un native speaker. Nabokov ve las palabras. Se presentan ante sus ojos y sus oídos como materia verbal cuando invoca un significado preciso. "Harm is the norm. Doom should not jam": son palabras de cuatro letras, el idioma básico de un escolar, de un iletrado. Corrientemente es un insulto decir de alguien que habla usando únicamente four letter words. Pero estas dos frases serían la envidia de un aforista. Ya quisiera Jesús haber hablado tan claro al vulgo, deleitando de paso a los versificadores y a los aficionados al humor verbal.

Digresión tercera: juegos de palabras. En alguna parte, Borges, desestimaba el humor español diciendo que se basaba fundamentalmente en juegos de palabras. Entiendo perfectamente a lo que Borges se refiere y coincido que este vicio es a veces particularmente irritante en los españoles. Allí tenemos a Bergamín y a Gómez de la Serna. Greguerías. O gárgaras. Pero, que me perdone Borges, el problema no son las palabras y el humor basado en sus infinitas posibilidades combinatorias, sino en creer que un hallazgo combinatorio es gracioso más allá del significado. Citando a Nabokov:
 
"Todo artista ve el lado cómico y cósmico de las cosas"

"Si bien mantengo todo al borde de la parodia, por otra parte debe haber un abismo de seriedad, y debo arreglármelas para mantenerme en ese estrecho márgen entre mi propia verdad y la caricatura de la misma."

"Denme un ejemplo de un gran escritor que no sea un humorista. El peor escritor trágico es O'Neill. Es probablemente el peor escritor. El Dostoyevski cómico es maravilloso, pero en la tragedia es un periodista. El escritor crea su propio tipo de vida. El ver las cosas de una manera singular, única y extraordinaria, es gracioso para la persona común. Ver las cosas como si fueran nuevas es gracioso en sí mismo. Lo inusual es divertido de por sí. Un hombre se resbala y cae. Es lo contrario a la gravedad en ambos sentidos. Ese fue un buen juego de palabras, dicho sea de paso."

Está bien, vuelvo a "Pnin". La novela relata tres años y medio de la vida de Timofey Pnin como profesor ruso expatriado en los EEUU, pero Nabokov se las arregla para contarnos su vida anterior en Rusia y Europa, mientras planta un buen número de personajes (que debe rondar el centenar) en una novela de escasas 200 págs. Decir esto es no decir nada, estamos de acuerdo. Pero poco de lo que pueda decir en pocas líneas hará justicia a "Pnin".
Lo que primero llama la atención en los libros de Nabokov es la estructura y los motivos recurrentes. Sobre todo que muchos de ellos se repiten a lo largo y ancho de toda su obra. La memoria y el tiempo son usados corrientemente tanto como motivo y en tanto elemento estructurador y no es casualidad que Proust esté entre los autores preferidos de N. Sin ir más lejos, "Pnin" es un libro circular y con la particularidad de que, al final, no sabemos si el narrador es confiable o no. Pnin detesta al narrador de "Pnin". Lo desautoriza a gritos. Y como si esto no fuera suficiente, el libro se cierra con alguien que imita a Pnin ante el narrador. 
Por otra parte, como si Lolita no hubiera bastado, "Pnin" vuelve una mirada extrañada sobre Norteamérica, con todo el desdén e incompensión de lo viejo ante lo nuevo, de la tradición sobre la levedad, del fracaso ante el éxito.

Además de ser un libro irresistiblemente gracioso, es a la vez un relato conmovedor sobre el desarraigo. Pero Pnin no es un personaje trágico. No hay tragedia exterior que pueda alterar a un hombre absorto. Pnin es un desarraigado, un expulsado de todos los paraísos (patria, familia, hogar). Cuando al fin parece haber encontrado un lugar y da una fiesta para inaugurar su nueva casa, Pnin se entera que ha sido despedido:

"En la cocina, Pnin se preparó a lavar la vajilla. Se quitó la chaqueta de seda, la corbata y la dentadura postiza. Para proteger la pechera de su camisa y sus pantalones de smoking, se puso un delantal de soubrette, cuajado de lunares. Raspó los platos guardando los bocados en un cartucho de papel para dárselos a un perrito blanco sarnoso que solía visitarlo por las tardes. No había razón para que la desventura de un ser humano interfiriera el placer de un perro."

El único momento en que Pnin está a punto de quebrarse es cuando, lavando los platos, cree haber roto la ponchera que le regaló su "hijo" Víctor. Es sólo un momento, pero les juro que si no desean que esa ponchera esté intacta bajo la gruesa capa de espuma es que no tienen corazón.

"Pnin" está sembrado de geniales observaciones dichas al pasar, pero con un sentido profundo y desplazado y a eso me refería cuando hablaba del placer de la relectura:

"Acabará por perderla -agregó [Chateau] señalando la cruz católica griega colgada de una cadenita de oro que Pnin había retirado de su cuello y suspendido en una varilla. Su brillo intrigó a una libélula que pasaba.

--Quizá no lamentaría perderla -dijo Pnin-. Usted bien sabe que la llevo por razones sentimentales. Y el sentimiento se me está haciendo pesado. Después de todo, no es muy romántico este empeño de conservar una partícula de la propia infancia en contacto con el esternón"

OK, si sigo, copiaré el 50% de la novela, que está sembrada de diálogos geniales. Me permito uno más, porque al hojear el libro no puedo evitar que mis ojos caigan una y otra vez en fragmentos que quiero transcribir:

"Desde un pabellón semiasfixiado por algarrobos llegaban fragmentos de un acalorado intercambio entre el profesor Bolotov, que enseñaba Historia de la Filosofía y el profesor Chateau, que enseñaba Filosofía de la Historia:
 
--La realidad es Duración -tronaba una voz, la de Bolotov.
--¡No lo es! -gritaba la otra-.  Una pompa de jabón es tan real como un diente fósil"

Un disfrute extra son las diatribas de Nabokov contra la psiquiatría en general (los villanos de la novela son psicoterapeutas y casi me muero de risa al leer la carta de Pnin proponiéndole matrimonio a Liza, enviándole adjunto un folleto que refutaba la teoría de que el nacimiento es un acto suicida por parte del infante). Ah!, que les puedo decir más que lean "Pnin" y su aversión a las corrientes de aire, sus interesantes teorías respecto a algunas obras literarias -de "Ana Karenina" a "Cenicienta"- , sus atendibles dificultades para aprender a conducir, la cruzada de su "hijo" Víctor contra el color rojo, las diatribas del Prof. Lake contra el surrealismo, cubismo, futurismo y el por qué de la simpatía de Pnin por un restaurante llamado El Huevo y Nosotros.

En algún lugar creo haber leído que Onetti consideraba uno de los más grandes elogios a su obra el de una muchacha (tiene que haber sido una muchacha) que le dijo algo así como que le daba tristeza ya haber leído sus libros porque el mundo sería mucho mejor si supiera que el futuro le deparaba esa maravilla. Esa muchacha no conocía el placer de la relectura y Onetti se sintió demasiado halagado para sentirse ofendido. O, como dice Nabokov en "Pnin":

"--Hace cuarenta años tuvimos amigos comunes -observó [Roza]
--No mencionemos cifras tan astronómicas -dijo Bolotov, aproximándose y reemplazando con una brizna de hierba el pulgar que había usado como marcador-, estoy leyendo por séptima vez "Ana Karenina", y me produce el mismo embeleso que sentí hace cuarenta, no, hace sesenta años, cuando era un chico de siete. Y cada vez se descubren cosas nuevas. "
 


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