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Sunday, June 06, 2004

O' Captain, My Captain

Hace unos días, el 50% de los commentators, a.k.a. sigmur, tal vez por mero aburrimiento ante lo poco que actualizo el blog, sugirió que comentara "Capitán de mar y guerra", ya que había ido a verla, por escapar a los comentarios de la derrota de Uruguay ante Perú (a pesar de lo cual no pude evitar ver a Kesman fuera de sí, golpeando la mesa con el puño indignado por el "uruguayos maricones" que había osado cantar la hichada peruana en sus festejos -habría que analizar en otro post la homofobia de los futboleros uruguayos, Spillman, Kesman, etc.-)

La verdad es que, tras ver la película, mi impresión era que la película era divertida, estaba bien hecha, tenía la virtud de no abusar de las batallas (a diferencia de "Matrix" o "Kill Bill") y el atractivo extra de que no había mucho fuego, sino mucha agua, sumado a que el sonido predominante no eran las explosiones, sino la madera rompiéndose al ser arrasada por una bola de hierro, CRACAJJJJJ, en lugar de KABOOOM. Fine with me.

Weir se las había arreglado muy bien para escapar a la espectacularidad redundante de las megaproducciones hollywoodenses y me preguntaba cómo habría hecho para convencer a los ejecutivos de tres estudios de Hollywood de que una película de elevado presupuesto, que involucra dos naves del siglo XIX y toda su parafernalia de armas y utensilios de época se resolviera en dos batallas en una película de dos horas y pico. Para peor Weir había eliminado a todas las mujeres y al sexo en general, a pesar de que el barco carga horribles marineros y rubios oficiales de unos 13 a 15 años. Comparando "Capitán de mar y guerra" de Weir con las películas de otro habitante de la zona, Peter Jackson, el primero es como si filmara adentro de una caja de fósforos: batallas de 400 hombres que se desarrollan en los pocos metros libres de la cubierta de dos barcos, y es bastante notable cómo Weir se las arregla para que el espectador pueda ver algo entre ese entrevero de velas, cuerdas, cañones, mástiles, sables y hombres luchando, y tenga una idea en el curso de la batalla de la suerte de cada personaje.

Pero lo que verdaderamente se contrapone en la película son dos maneras de ver el mundo: la del Capitán Jack "Lucky" Aubrey y la de su amigo, el doctor y naturalista Stephen Maturin. Hay que decir que en el barco del Cap. Aubrey lo que prima es la cortesía, la educación, el respeto y la disciplina. Si hay algo que resuena más que los cañonazos son los Sir y Míster, aunque quienes lo profieran estén siendo arrasados por el fuego enemigo o a punto de hundirse en medio de una tormenta. Mientras miraba la película me imaginaba que a los ingleses les debía haber encantado.

Si, por un lado el Cap. Aubrey cree en el cumplimiento del deber, en Inglaterra y en el Rey ("Aunque estemos en el punto más lejano de la tierra, este barco es nuestro hogar, este barco es Inglaterra"), su amigo Maturin es quien desconfía del poder y de los excesos de poder, poniendo en tela de juicio hasta donde el Cap. arriesga la vida de la tripulación por Inglaterra o por su propia gloria. Maturin es irlandés, científico e intelectual, mientras Aubrey es el hombre de acción, religioso y líder que imparte seguridad, confianza y disciplina a la tripulación. Este conflicto entre pensamiento conservador y pensamiento liberal llega a su apoteosis cuando el Cap. Aubrey rompe su promesa de permitir al Dr. Maturin desembarcar en las Galápagos, llevado por su frenética persecusión de la fragata francesa "Acheron": "No tenemos tiempo para tus hobbies" -dice el Capitán- para luego zanjar la discusión diciendóle que eligió un mal lugar para la anarquía.

Si bien fue muy disfrutable que en "Capitán de mar y guerra" los villanos fueran franceses (una de las maneras como Aubrey arenga a sus hombres es preguntándoles "¿Quieren que sus hijos canten La Marsellesa?") después de un tiempito empecé a darme cuenta de lo extraño que era esto. Tal vez por estar cansada de villanos alemanes, rusos, árabes, cubanos, japoneses y vietnamitas, un villano francés que grita "Mort aux anglais!" me resultó muy edificante. Luego me di cuenta que no había que remontarse a la época de Napoleón para que fuera disfrutable para un inglés dispararle a un francés y me puse a buscar más información sobre las novelas en las que se basó Weir y su guionista para realizar la película.

La zaga de novelas Aubrey-Maturin tienen una legión de fanáticos en Europa. Son 20 y transcurren a lo largo de unas 5.000 páginas. Fueron escritas por Patrick O'Brian, de quien se asegura que ha creado una de las parejas literarias más interesantes desde Holmes y Watson.
Algunos fanáticos de las novelas de O'Brian, como Christopher Hitchens, se quejaron de la simplificación de que es objeto el personaje de Maturin, revelando, para quienes no las hemos leído, que el doctor no es solo un excelente cirujano y naturalista, sino fundamentalmente un espía y un revolucionario mitad irlandés mitad catalán que se une a los británicos luego de haber luchado contra ellos y sólo porque considera que los franceses han traicionado los principios de la revolución de 1789, pero que mantiene encendidas polémicas con el Cap. Aubrey por el apoyo del Almirante Nelson a la esclavitud.

Pero Hitchens nada dice del cambio fundamental que introdujo Weir en su película respecto al libro de O'Brian y es que el décimo libro, que es en el que se basa mayoritariamente el guión de la película, transcurre en 1812, cuando los ingleses luchaban contra los estadounidenses. Weir translada la acción a 1805 y el enemigo pasa así a ser Francia.
A pesar que Weir puede demostrar que comenzó a trabajar en la película antes de la invasión de los EEUU a Irak, el cambio fundamental que introdujo en "Capitán de mar y guerra" vino a transformar a la película en un alegato conservador y a representar el sentimiento de muchos ingleses y norteamericanos que se vieron enfrentados a Francia respecto a la guerra contra Irak. Orrin Judd escribe en su reseña de "Capitán de mar y guerra":

"Si Jack Aubrey -e Inglaterra- hubieran comandado el navío y peleado la guerra en la forma afrancesada que Maturin aconseja, seguramente hubieran perdido. Pero Aubrey no tiene esas veleidades y a pesar de que pueda tener algunas dudas, él es fundamentalmente fiel a los ideales y tradiciones que lo han hecho amar al Rey, a su patria y su navío en primer lugar. Maturin es un buen amigo y buena compañía -si lo que se quiere es tocar música o discutir sobre un libro- pero seguir sus consejos en tiempos de guerra sería desastre. Porque los franceses deben ser derrotados es Maturin el que cede a la voluntad de Aubrey (es decir, a la manera de hacer las cosas de los británicos), no Aubrey el que se rinde a la "Razón"

La película incluye, cerca del final, uno de los servicios religiosos más conmovedores jamás filmados. Lo que es más notable es que logra volver muy vívido el rezo del Padrenuestro. A fuerza de repetirlo hemos dejado de escuchar lo que estamos diciendo. En esta escena se recaptura su poder, porque reconocemos el grado en el que nos compromete a tener fe en la Providencia y cuán irracional es esto: venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Las muertes sufridas en las batallas pueden ser trágicas, pero no carecen de sentido.

No es una coincidencia que América esté hoy siendo conducida a una guerra por un presidente que comparte esta visión de la Historia, una visión que muchos intelectuales creen anticuada."

Hitchens había señalado, con orgullo inglés, que luego de su derrota en Waterloo en 1815, Napoleon Bonaparte fue llevado por el navío inglés "Bellerophon" a su exilio en la isla de Santa Elena. Por costumbre y cortesía se le permitía hacer sus ejercicios navales todos los días y habiendo visto la disciplina de hierro y las habilidades náuticas de los oficiales y la tripulación se dice que dijo al Capitán del "Bellerophon" durante una cena, que ahora por lo menos había comprendido por qué sus esfuerzos para derrotar a los británicos habían fracasado.

Es curioso que la prensa conservadora norteamericana confíe tanto en la Providencia y disfrute de la derrota de la Razón sin plantearse siquiera que tal vez deberían mirar mejor la película y buscar las 10 millones de diferencias entre el Cap. Jack Aubrey y George W. Bush.

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