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Saturday, June 12, 2004

Los latinos no son tan malos (después de todo)

Francis Fukuyama es el enemigo. Muchos dirán que no es tan importante. Y no, no es. Pero me sorprende que cada vez que abre el pico logre enfurecerme de tal manera. No he leído su último libro Our Posthuman Future: Consequences of the Biotechnology Revolution, porque para qué gastar tanto dinero en enojarme. Sin embargo, sé que terminaré invirtiendo una pequeña fortuna en ver lo que este oportunista que siempre llega tarde a donde nada pasa (que alguien me diga de dónde sale esta frase) tiene que decir sobre el destino posthumano del hombre.

Fukuyama es el agente de siempre de la prop-agenda, y aprovecho aquí a postear un artículo de Brian Eno que me señaló sigmur hace como un año y medio (lo siento pero no conservo el link original).

Fukuyama es aquel que en su libro de 1989 ¿El fin de la historia?, (ni siquiera tuvo la decencia de ahorrarnos los signos de interrogación), afirmaba lo siguiente:

"Al contemplar el curso de los eventos acaecidos en la última década aproximadamente, es difícil dejar de apreciar que algo muy fundamental ha sucedido en la historia del mundo. El último año ha sido testigo de una avalancha de artículos celebrando el fin de la Guerra Fría, y el hecho de que la "paz" parece estar abriéndose camino en muchas regiones del mundo. (...)

Y sin embargo, todas estas personas perciben marginalmente que se está desarrollando algún proceso amplio, proceso que da coherencia y orden a todos los titulares de la prensa diaria. El siglo XX ha visto al mundo desarrollado caer en un paroxismo de violencia ideológica, a medida que el liberalismo se enfrentaba primero con los restos del absolutismo, luego con el bolchevismo y el fascismo, y por fin, con un marxismo puesto al día que amenazaba conducirnos al apocalipsis final de la guerra nuclear. Pero el siglo, que comenzara lleno de confianza en el triunfo final de la democracia liberal occidental, parece llegar a su término volviendo, después de un giro completo, al punto inicial: no a un "final de las ideologías" o a una convergencia entre el capitalismo y el socialismo, como anteriormente se predijera, sino a una victoria indisimulable del liberalismo económico y político.

El triunfo de Occidente, de la idea occidental, es evidente, primero que todo, en el agotamiento total de soluciones sistemáticas viables para suplantar el liberalismo occidental. En la década pasada, hubo cambios inconfundibles en el clima intelectual de los dos grandes países comunistas, y en ambos surgieron importantes movimientos reformistas. Pero este fenómeno se extiende más allá de la alta política, y puede ser apreciado también en la inevitable extensión de la cultura de consumo occidental a contextos tan diversos como los mercados campesinos de televisores de color, hoy omnipresentes a través de China, los restaurantes y tiendas de ropa cooperativos abiertos el año pasado en Moscú, el Beethoven escuchado como música ambiental en las grandes tiendas japonesas, y el gusto por la música rock desarrollado tanto en Praga como en Rangún o Teherán.

Tal vez estamos presenciando no apenas el fin de la Guerra Fría, o el final de un periodo en particular de la historia de postguerra, sino el fin de la historia como tal: es decir, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como forma final de gobierno humano."

No está de más decir que en ese entonces Francis Fukuyama era director delegado del grupo de planeamiento de políticas del Departamento de Estado de los EEUU.

Ahora, ayer, o hace poco, he encontrado esta reseña (aquí, en español) sobre los problemas de la inmigración mexicana a los EEUU. En ella Fukuyama identifica a los latinos como un mal menor, pues, considerando sus valores, pueden ser asimilados al ideal protestante americano e incluso pueden ayudar a los norteamericanos a recuperar sus antiguos valores (latinoamericanos del mundo, algo ha pasado que dejamos de ser peligrosos). Los mexicanos no son tan malos, pues son cristianos, están dispuestos a hacer los trabajos que los americanos no quieren, defienden la familia y tienden al conservadurismo. El problema real son: los negros americanos (porque no quieren trabajar y son pandilleros) y los musulmanes (porque son terroristas). Frente interno y frente externo: prop-agenda.

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