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Wednesday, May 19, 2004

La pobreza de espíritu

El ex-presidente Julio Ma. Sanguinetti dijo hoy en ADM que, fundamentalmente, el gobierno debe ocuparse no de la pobreza, que es un problema económico (¡bah!), sino de la marginalización, que es un problema social y cultural. Suponemos que Sanguinetti se está refiriendo entonces a la creciente marginalización cultural de las clases media y alta, cada vez más lejos de cualquier cosa que pueda entrar bajo la denominación de educación o cultura, porque de la pobreza y marginación de las clases bajas, él, su partido y sus aliados en el gobierno, son los principales responsables.

Es increíble la capacidad de los figurones de los partidos tradicionales para referirse a los problemas del país como si ellos nunca hubieran estado en el gobierno.
El aislamiento del fenómeno de la marginación del de la pobreza, no es más que cinismo, disfrazado de análisis intelectual (como todos saben, Sanguinetti ES un intelectual). Nada de prosaicos problemas materiales, sino poéticos problemas del espíritu.

Parece claro que la marginación social es producto de la perpetuación de la pobreza a través de las generaciones. Perpetuación y ahondamiento en los que Sanguinetti parece no tener absolutamente nada que ver. En vistas que la charla era en la Asociación de Dirigentes de Marketing, estamos autorizados a pensar que, en realidad, Sanguinetti se dirigía a los políticos y empresarios presentes, a esa masa de incultos que no tienen la buena excusa de la pobreza.

Para no ofender a este señor que pretende ser intelectual y para venir en su auxilio, asumamos que hablaba de los masificados que tenía enfrente y cito al poco sospechoso Ortega y Gasset, en cuyo diario madrileño escribe Julio María:

"La misión del llamado 'intelectual' es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infínitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral. Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la 'realidad' del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías. (...)

El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento. No puede tener dentro más que política, una política exorbitada, frenética, fuera de sí, puesto que pretende suplantar al conocimiento, a la religión, a la 'sagesse' -en fin, a las únicas cosas que por su sustancia son aptas para ocupar el centro de la mente humana-. La política vacía al hombre de soledad e intimidad, y por eso es la predicación del politicismo integral una de las técnicas que se usan para socializarlo. (...)

La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: sólo hay coro.
El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. Traduzcámoslo, sin alterarlo, a la terminología sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. No se entienda, pues, por masas, sólo ni principalmente 'las masas obreras'. Masa es el 'hombre medio'. De este modo se convierte lo que era meramente cantidad -la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico. (...)

En rigor, dentro de cada clase social hay masa y minoría auténtica. Como veremos, es característico del tiempo el predominio, aun en los grupos cuya tradición era selectiva, de la masa y el vulgo. Así, en la vida intelectual, que por su misma esencia requiere y supone la calificación, se advierte el progresivo triunfo de los seudointelectuales incualifícados, incalificables y descalificados por su propia contextura. Lo mismo en los grupos supervivientes de la 'nobleza' masculina y femenina. En cambio, no es raro encontrar hoy entre los obreros, que antes podían valer como el ejemplo más puro de esto que llamamos 'masa', almas egregiamente disciplinadas."

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