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Thursday, May 06, 2004

Comprobando obsesiones

En los últimos dos días me he dado cuenta que ciertos autores me obsesionan. Algunos, como Nabokov, me maravillan. Otros como Richard Dawkins me enfurecen.
Dawkins es un biólogo que escribe exitosos libros y es titular desde 1995 de la cátedra Charles Simonyi de Divulgación Científica de la Universidad de Oxford (cátedra creada por el ingeniero de Microsoft que dirigió el equipo que creó Word y Excel).
Si en mi post de hace unos días expuse algunas de las razones por las que me maravilla Nabokov, éste será sobre algunas de las razones por las que me enfurece Dawkins.
Las fundamentales son su patente soberbia y su limitada inteligencia. Son condiciones que frecuentemente van de la mano, pero tal vez sea aún más grave en un científico, que no puede menos que recordar, cada mañana en cuanto abre los ojos, que no es más que una mota de polvo en el cosmos. Para peor, Dawkins ha hecho carrera a fuerza de escribir sobre lo que evidentemente no cree, es decir, que la ciencia y la poesía deben ir de la mano.
Dawkins es un inventor de verdades aparentes, un fabricante de falsos silogismos, un razonador que no razona y un odioso sembrador de intrigas.
Hace tiempo escribí un artículo sobre el tema, que los que estén aburridos pueden leer acá. Ese artículo tenía un recuadro que era sobre Dawkins y los Archivos X, que si tienen ganas está aquí.
Dawkins debe ser uno de los que más disfrutó la zancadilla que le hicieron Sokal y Bricmont a ciertos intelectuales y a las ciencias sociales en general, poniendo al descubierto el abuso que hicieron algunos de ellos de conceptos extrapolados de las ciencias duras y aplicados al psicoanálisis, los estudios literarios, etc. Tanto ha disfrutado Dawkins de la broma, que -a 8 años del incidente- todavía la sigue citando, como compruebo en el artículo escrito respecto al Daily Telegraph/BASF Science Writer Award:
"Disciplinas envidiosas, que no voy a nombrar, esconden su falta de contenido tras enormes nubes de obscuridad deliberada, hilarantemente desenmascaradas por Alan Sokal en su falso artículo 'Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica', publicado por Social Text para la vergüenza del "Colectivo Editorial" de esa revista pretenciosa".

Pero esto no sería nada, si no fuera porque a Dawkins parece importarle un rábano el ridículo. Porque en el artículo del Telegraph se pregunta por qué no puede un escritor científico ganar el Premio Nobel de Literatura, si lo que él llama "la realidad" es más interesante -y más importante- que la ficción. Dawkins, quien tanto disfrutó la patada en el culo (que no digo no haya estado bien dada) que expulsó a los "humanísticos" de las ciencias quiere ahora expulsar a los literatos de la literatura. Y no le importa empezar por aconsejar a los escritores científicos, como escribir bien, siguiendo estas sencillas reglas:

-Traten de iluminar e inspirar, no de impresionar.
-Los adjetivos y los adverbios son regalos especiales. Raciónenlos.
-La voz pasiva no es recomendada ¿ven a lo que me refiero?
-Usen frases cortas, pero varíen la extensión o vuestra prosa será aburrida.
-Lean lo escrito en voz alta y afinen el oído a su cadencia.
-Enamórense de vuestro tema, no de vuestra prosa.
-Azucen la imaginación del lector con un hecho sorprendente, con una metáfora fresca o poniendo patas arriba algo familiar, o filtrándolo a través del lente de un alien o del ojo de un marciano.
-No se priven de escoger la palabra exacta, aun cuando lleve al lector al diccionario. Un diccionario nunca le ha hecho daño a nadie y una palabra puede entusiasmar por su propia condición de no ser familiar.

Le faltó recomendar que no olviden pasarle al texto el corrector ortográfico de Word.... Si siguen los consejos de Dawkins, los escritores científicos estarán tan cerca de ganar el Nobel de Literatura como Juan Ramón Carrasco.

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