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Thursday, May 20, 2004

Antropólogodepredadores

He leído sin asombro las palabras de Michael Savage posteadas por Benito en su blog y sus dichos me han hecho acordar a otro aspirante a antropólogo, el Capitán Jorge Tróccoli, estudiante de Antropología en la Facultad de Humanidades y notorio torturador.
Savage (qué querés, con ese apellido) se atreve a decir en voz alta lo que muchos piensan. Tróccoli también lo hizo, pero como es un hombre apegado a las letras, escribió un libro: La ira de Leviatán
El libro fue respondido por el psicoanalista Daniel Gil, con otro libro titulado El capitán por su boca muere o La piedad de Eros: ensayo sobre
la mentalidad de un torturador


Tróccoli, anda por ahí paseando, hoy 20 de mayo, mientras miles marchan para que de una puta vez se resuelvan los asesinatos de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y tantos otros asesinados y desaparecidos durante la dictadura.
En estos asesinatos están involucrados civiles incivilizados como Juan Ma. Bordaberry y Juan Carlos Blanco. Y si la ley de caducidad, oportunamente votada cuando todavía se agitaba el fantasma de las botas, no permite que torturadores como Tróccoli terminen tras las rejas, es menester juzgar a quienes todavía se puede juzgar por ley e investigar lo que manda la ley.

Las andanzas de Tróccoli siguen y seguirán, porque al Capitán no le pesa su conciencia, como tampoco a Savage, quien por lo menos sólo habla, pero no ha hecho lo que quiere que otros hagan por él.
La última de las andanzas de Tróccoli, hace menos de un año, fue presentarse en la casa de Mercedes Espínola, hija de Paco, detenida y torturada durante la dictadura, para proponerle publicar las obras de su padre en Biblioteca del Tercer Milenio, una biblioteca virtual. Mecha, que sin saber de quién se trataba, lo acogió en su casa y compartió con él unos mates, todavía no se recupera del desparpajo de este hijo de puta, tal vez porque todavía cree que los humanos deben tener, tarde o temprano y por definición, un resto de humanidad.
Tróccoli piensa que la sociedad uruguaya cree, como él, que no ha cometido delito alguno. No es una lectura falsa, sin embargo. La sociedad uruguaya se autoprivó del derecho de juzgar a los torturadores y deberá vivir con ellos, hasta que la misma gente decida modificar la ley. Lo que no quita que, mientras tanto, en público y en privado recordemos quien es ese hombre que pasea tranquilamente a su perrito beagle y pretende ser antropólogo y editor.

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