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Tuesday, April 27, 2004

El turno del ofendido

Ooops, creo que el del título se trata de un libro de Roque Dalton. No tengo idea de que tipo de libro se trata pero no tengo dudas sobre la clase de libro que es. No es que no me guste Roque Dalton, me gusta bastante, pero los prejuicios son funcionales y te hacen ahorrar tiempo. Es como el racismo. Todos sabemos que es malo, pero mientras uno no salga con una escopeta a perseguir cheyennes, puede ahorrarse de escuchar su música para probar tolerancia y ecuanimidad.
Pero no era de Roque Dalton de quien quería hablar sino de los ofendidos y mis prejuicios respecto a ellos. Tengo la certeza que cuánto más frecuentemente se ofende una persona menos ética es. Es decir que la tendencia a ofenderse es inversamente proporcional a la pureza de los valores de un individuo. Es bien cierto que no puedo probarlo, pero en mi experiencia personal, es infalible.
Lo curioso es que el ofenderse es, justamente, apelar a una ética propia superior a la del supuesto ofensor. Pero, aunque parezca contradictorio, cuanto más seguido alguien considera que otro ha lesionado su ética intachable, no se debe a que ésta sea superior a la media, sino todo lo contrario.
Para ser actuales pongamos el caso de Spillman. ¿Habéis visto a alguien más ofendido? Está bien, Spillman es un tarado. Busquemos otro ofendido: Juan Carlos Blanco. Otro ofendido: Fasano. Los hay a manos llenas. Todos los culpables se ofenden muchísimo, se ofenden hasta que les tiembla la papada, se ofenden y vociferan su condición de ofendidos, se ofenden y hacen juicios por injurias, si es posible con una cláusula de daños y perjuicios.
Así que ya saben: alejaos de los que se ofenden tan rápido como podáis. Y confiad más en los lectores de El Príncipe que en los de El Principito.

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